La responsabilidad ante la adaptación a los cambios en el mercado laboral

Artículo de Álvaro Retortillo Osuna, Director del Instituto para el Liderazgo Social «InnÓrbita», con motivo del Día Internacional del Trabajador. 

 

 

CAMBIO. En mayúsculas, y en minúsculas. En cientos de idiomas. En analógico y en digital. El cambio se ha convertido en una de las palabras “mantra” del nuevo mercado laboral. Enarbolada por políticos, gurús, empresarios, estudiosos, responsables de gestión de personas etc., se ha instaurado hasta en el último rincón de nuestra vida profesional y personal.

Y sí, tienen razón. No hay más que ver cómo se ha transformado el mercado laboral en los últimos años. El avance de la tecnología, las políticas laborales, o la sempiterna crisis. La imparable caída de profesiones como la construcción o la banca, que hasta hace poco más de diez años nadaban en la abundancia, y la aparición de muchos otros nuevos empleos que ni concebíamos. Todo ello hace que, para bien o para mal, y nos guste o no, el escenario que viene sea totalmente distinto al que conocíamos. Si es que de verdad sabemos lo que viene.

 

Mudar creencias y hábitos
Como profesionales, con independencia del sector porque este cambio es sistémico, debemos estar preparados para estos nuevos tiempos. Y eso exige modificar muchas creencias y hábitos de conducta que hemos adquirido a lo largo de años de educación y/o trabajo; y aceptar que hemos de tener un enfoque de proyecto más que de empleo estable; que cada vez es más necesaria la colaboración y trabajar con otras personas.

Eso incluye también asumir que la forma de buscar y conseguir un empleo es muy distinta a lo que era; que las actitudes y las competencias transversales valdrán mucho más que los títulos, y que hay que entrenarlas de por vida; que tenemos que ser personas proactivas; que no nos queda otra que aprender a manejar la tecnología que nos afecta; que hay tener una actitud abierta al aprendizaje permanente y constante,  etc. Y así hasta el infinito.

Podemos negar este cambio, o incluso podemos oponernos a él e intentar hacerlo reversible, aunque me temo que sería como luchar contra gigantes, porque el cambio va a estar ahí, y no sólo eso, sino que va a ir cada vez más deprisa. Eso implica que las personas que se descuelguen lo van tener mucho más difícil, y no hay más que ver las cifras de desempleo de larga duración para darnos cuenta de que esto va en serio. O los efectos de la brecha tecnológica, entre otros factores.

 

Responsabilidad compartida
Pero: ¿sólo las personas hemos de esforzarnos para adaptarnos al cambio? Ni mucho menos. En ocasiones hay determinados discursos que van en este sentido, que ponen toda la responsabilidad en la ciudadanía. Y eso es altamente criticable. El momento es tan relevante (se habla de la cuarta revolución industrial), y los retos son de tal dimensión, que es necesario que los poderes públicos, los partidos políticos, las administraciones, las empresas, los sindicatos, el sector educativo, el sector social, etc.,  nos esforcemos conjuntamente para hacer que este cambio sea un escenario de generación de nuevas oportunidades y no una precarización de las condiciones laborales y de aumento de la desigualdad.

Debemos implicarnos conjuntamente para hacer que la educación no sea una manera de uniformizar y de matar la creatividad y el pensamiento crítico, sino que nos haga más libres y nos entrene para innovar, para trabajar colaborativamente y para ser mejores personas y profesionales; que la tecnología y la robótica nos hagan la vida más fácil y creen nuevas opciones laborales, y que no sea únicamente una manera de abaratar costes y de disminuir el número de trabajadores necesarios; que las políticas activas de empleo se ajusten a la realidad y a las demandas del mercado laboral. Y que, en este nuevo entorno, no se generen grandes bolsas de personas inempleables, desconectadas del sistema, porque eso sería una catástrofe.

 

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Ciclos y reivindicaciones

Yo soy de los que ve el vaso medio lleno. No creo en las visiones apocalípticas, tan comunes estos días, aunque es normal que el cambio genere miedos. Basta con leer esta conferencia de Keynes en 1930, uno de los padres del Estado del Bienestar, para ver que el pesimismo económico y el temor ante lo desconocido se repiten a lo largo de los tiempos.

Pero hay peligros y zonas de incertidumbre, desde luego. El esfuerzo ha de ser conjunto, y la responsabilidad compartida. No se puede poner todo el peso sobre una parte: la ciudadanía, porque ni es justo ni inteligente. Debemos esforzarnos para adaptarnos al cambio, pero tenemos derecho a tener un entorno que nos ayude, que nos dé oportunidades, y que nos permita vivir personal y profesionalmente con dignidad. Reivindiquémoslo, hoy más que nunca.

 

Álvaro Retortillo Osuna es Doctor en Ciencias del Trabajo. Actualmente es el Director del Instituto para el Liderazgo Social “InnÓrbita” y del programa “Lanzaderas de Empleo” en la Fundación Santa María la Real. 

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